sábado, junio 21

MARCO AURELIO DENEGRI DISERTA SOBRE EL ENAMORAMIENTO Y EL CONOCERSE A SÍ MISMO



Desde el paleolítico superior han transcurrido 45 mil años, en ese lapso, hemos tenido tiempo más que suficiente para aprender a conocernos a nosotros mismos y a conocer por los demás. Sin embargo ello no ha ocurrido y no ha ocurrido porque no tenemos la capacidad para que ocurra, así de simple.

Muchos psicólogos también las personas cultas, hallarán en este libro un nutrido repositorio de informaciones y noticias interesantes y valiosas; por esa razón, recomiendo la lectura de este libro.

Más de una vez ya me ocupé de la elección de la pareja. He abundado en el hecho de lo cual ahora simplemente de pasada mencionaré.
Hace ahondado en el hecho de que las relaciones de pareja tienen como característica principal casi siempre errores.

Desde que la persona elige a la pareja por lo general se equivoca, pero no se equivoca porque la otra personal lo engañó o le hizo creer una cosa que no era o en  general le puso una imagen que no se correspondía con la realidad, no es esa la razón o no son esas las razones, entonces claro la gente pregunta cuál es la razón.
La razón es más seria, porque no es que ocasionalmente nos equivoquemos, primero porque no es ocasional  la equivocación sino permanente, no es que permanentemente nos equivoquemos, ello sería suficientemente trágico. No, el asunto es peor, y es que no podemos acertar, no es que nos equivoquemos, claro que nos equivocamos pero nos equivocamos siempre porque nunca vamos a acertar, o casi nunca vamos a acertar, repito no porque no supimos ver bien o porque nos engañaron, o porque creíamos tal cosa y la realidad nos demostró que tal cosa no era así sino asa. No, no por eso, sino porque no podemos distinguir bien cuál es el objeto que nos convenga y el otro tampoco puede vernos debidamente.

Aquí están en juego dos cosas, que es lo que yo he indicado en su momento. Está en juego la percepción del otro, que como digo es un fenómeno eminentemente sensorial lo percibimos mediante los sentidos, esa es la percepción del otro; el conocimiento del otro que es un fenómeno básicamente intelectivo, entonces vemos las calidades, la naturaleza y las relaciones con el otro y del otro
Ambos, la percepción y el conocimiento, se relacionan muy estrechamente, de modo que sólo con propósito didáctico se puede separar lo uno de lo otro, pero es un útil porque la percepción que siempre básicamente sensorial, el conocimiento no, el conocimiento es básicamente intelectivo, pero acá no es que falle la percepción y que falle el conocimiento. Aquí hay algo peor que eso  y es que tampoco pueden acertar, y no pueden acertar porque no tenemos las condiciones naturales para el acierto.

Creo que esto es sumamente importante, por lo que concierne a la elección de pareja, porque, al menos en occidente, existe pues desde las llamadas cortes de amor, la época los trovadores,  de los siglos XI y XII, en fin la aparición del loco amor y todo eso, existe el fenómeno del enamoramiento, que fue un fenómeno que tuvo un despliegue colosal en la época romántica y que sigue vigente. Entonces el fenómeno del enamoramiento es un fenómeno que tiene un régimen atencional anómalo, nosotros estamos superidentificados con el otro, no vemos ni distinguimos bien, precisamente por el enamoramiento.

Ahora claro, se podría pensar que el enamoramiento cause error, claro cómo estoy tan enamorados no distingo, no veo y todas me parecen cualidades muy buenas, no percibo los defectos, no conozco bien cuáles son las limitaciones de la otra persona.

Eduardo Samacua, decía que el amor no es ciego, ese es un error pensar que el amor es ciego, el amor es présbita, porque no ve bien de cerca y a medida que el objeto del amor se alejan, comienza a distinguir las limitaciones y los errores y las minusvalías del otro, pero cuando estaba la persona tremendamente enamorada no distingue sino excelenza, eso son ponderaciones y todo es elogioso y bueno. Claro que  se me dirá que eso puede durar unos pocos meses, tal vez
un año, pero después pasa. Sí  pero después que pase, la persona ya está casada, por lo menos según los usos, lo único que le queda es lamentarse de haberse casado, pero el lamento disminuye mucho si ya tienen los hijos,  una parte dirá: bueno metiste la pata o metimos la pata pero tenemos a los hijos, y viene todo ese discurso que es un poco lacrimógeno también a veces, entonces permanece el error, se consagra el error. Pero de todas maneras la comisión se va a producir, la equivocación se va a producir, porque repito, no obran en esto factores externos o factores de intermediación o de interrelación con la pareja, sino factores de base, factores fundamentales que la escuela etológica nos ha enseñado que corresponden a una carencia, no tenemos las condiciones para percibir bien al otro ni para conocer bien al otro.


Se suele repetir desde hace mucho tiempo, siglos, que hay que conocerse a sí mismo. Conócete a ti mismo, repiten todos los consejeros, pero no  han reparado en este hecho, que tuvimos que llegar al siglo XX para saber que no nos podemos conocer. Pero hay una cosa, saben quién se había dado cuenta de que es imposible el conocimiento de uno o que no valía la pena el conocimiento propio, 
Uno de los personajes fundamentales de la historia de occidente, voy a mencionar a un poeta, a un señor de talla prócer, no a cualquier persona o a un intelectual más, no, a un escritor, a un poeta de talla prócer. Se trata de Gothe, si ustedes han leído las conversaciones de Gothe con Eckermann, hay una una conversación en la que Gothe confiesa confiesa dos cosas, dice que haciendo un recuento, tenía ya a cerca de setenta y tantos años o algo así, porque le pregunta Eckermann ¿qué tiempo ha sido usted feliz? Es la pregunta que le hace, entonces él rememora, que a sus 78 o a sus 80 años, confiesa que aproximadamente cuatro semanas.

Para comenzar, si una persona de la talla intelectual de Gothe, confiesa apenas cuatro semanas de felicidad, qué nos espera a los demás que no somos Goethe.

Luego también le pregunta acerca del conocimiento de sí mismo, el conocimiento que nos pueda dar el propio. Goethe le dice que a él le parece eso una tontería, que es lo último que haría, que jamás ha pensado ni pensará en conocerse a sí mismo. libreme yo de conocerme a sí mismo. Jamás ha pensado en conocerse a sí mismo porque eso le parece una tremenda pérdida de tiempo.

Repito, un personaje de la talla prócer, desprecia el conocimiento de sí mismo.

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