Caricatura del humorista gráfico "Carlín".
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Nota:
Terminó el alegato de Alberto Fujimori para defenderse de las acusaciones por violaciones a los Derechos Humanos durante su gobierno. Se han cumplido todos los procedimientos para declarar que este juicio, ha sido llevado en la completa regularidad, dando todos los derechos correspondientes, tanto a la parte acusadora como a la parte de la defensa. No ha existido ningún vicio o anomalía que algún organismo observador, deba mencionar. Todo ha sido dentro del cauce normal, que nos lleva a decir, que Fujimori ha tenido un proceso con todos los derechos de ley.
Sólo queda esperar la sentencia, la cual según el juez San Martín, dijo será leída el martes 07 de abril.
Los seguidores de Fujimori, ya han comenzado una campaña para politizar este juicio,; empezó con Keiko Fujimori, quien hace unos días ya lanzó su candidatura presidencial y habló del tema en ese momento. El día de ayer, hemos visto como ha prácticamente hecho saber que no estará de acuerdo con una sentencia en contra de su padre y que los fujimoristas no permitirán que se le condene. Acusa de que la sentencia es muy rápida, cuando la ley establece que el Tribunal tiene 5 días para dar sentencia, cumpliéndose el miércoles. Es decir, un día menos para la señora Keiko, es actuar con injusticia. De esta manera es que pretende engañar a los ilusos seguidores de Fujimori y enervar los ánimos para un enfrentamiento entre peruanos.
Debemos recordarle a la señora Keiko, que su padre durante casi 9 años de los 11 que gobernó, tuvo el poder judicial en sus manos, completamente secuestrado; ojalá tuviéramos por lo menos un indicio de racionalidad, oyéndola decir y señalar el poder destructivo con que su padre actuó hacia la Corte del Estado Peruano. Simplemente la convirtió en su fabrica de sentencias y juicios contra todos aquellos que se opusieran a su gobierno.
¿Sabrá la señora Keiko la diferencia entre un juicio justo y un juicio de la época en que gobernó su padre?
Aquellos que amamos este país, no podemos permitir que la impunidad sea el premio a los corruptos, pedimos justicia y ésta se viene dando con Alberto Fujimori.
Va este artículo del periodista con mayor credibilidad del Perú, quien nos recuerda la calidad humana del señor Alberto Fujimori, quién durante todo su alegato quería enrostrarnos en la cara de todos los peruanos y de los mas pobres: "Soy el salvador del Perú".
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Por César Hildebrandt
Diario La Primera
Escucho a Alberto Fujimori describir su paraíso de opio y compruebo que gente como él sólo puede prosperar en un país que tiene a un 40 por ciento de ciudadanos a los que les da lo mismo –lo dicen reiteradas encuestas- si los rige una democracia o una dictadura.
O sea que en el Perú hay un 40 por ciento de ciudadanos que casi aspiran a no ser ciudadanos y que quieren ser, a veces con fervor, vasallos tristes y alegres siervos de la gleba.
Detrás del fujimorismo está la capacidad de sumisión y la arrolladora ignorancia que lastiman el alma del Perú.
Escucho a Fujimori y me digo que si hubiera géiseres de cinismo sonarían como su voz.
Habla de coraje el hombre al que le temblaba la voz cuando se dirigió a buscar refugio en la embajada del Japón la noche del fallido golpe del general Salinas Sedó.
Habla de honor el hombre que emputeció a la Fuerza Armada, hizo del Congreso un chiquero, suprimió el orden constitucional, desconoció su firma y hasta su huella digital con tal de no pagarle una deuda a la madre de sus hijos.
Habla de orgullo de sí mismo el sujeto que quiso ser senador japonés para obtener la inmunidad que lo librara del alcance de la ley.
Habla de responsabilidad el hombre que llenó 45 maletas de videos, dinero y botines diversos, tomó el avión presidencial y pasó de Brunei a Tokio, donde pidió asilo y desde donde renunció por fax a la presidencia de la República.
Habla de amor por la patria el jefe de una banda que saqueó las cuentas del tesoro público por un valor que los más conservadores estiman en dos mil millones de dólares.
Habla del veredicto de la historia el sujeto que estaba pescando en Iquitos cuando la policía de la Dincote, sin ninguna ayuda de Montesinos, capturó a Abimael Guzmán, el hombre que huyó del país tras descubrirse cómo es que Montesinos compraba esos congresistas que hoy deben estar frotándose las manos.
Qué patético pobre diablo es Fujimori. Se atribuye todos los poderes para las cosas que salieron bien y se pinta como un presidente disminuido, desinformado e irresponsable cuando le mencionan los asesinatos que cometían los criminales a los que él felicitaba, ascendía y amnistiaba.
“Yo era comandante de la Fuerza Armada en el sentido en que un entrenador de fútbol comanda al equipo”, dijo ayer destilando la esencia de su legendaria cobardía.
O sea que debemos alabarlo por haber “comandado” las fuerzas armadas que derrotaron al senderismo, pero debemos exonerarlo de toda responsabilidad cuando esas mismas fuerzas armadas mataban ancianos, niños y mujeres en las alturas de Ayacucho.
Debemos agradecerle el haber sacado al país de la crisis económica en la que nos hundió Alan García –quien hizo tanto para que Fujimori lo sucediera-, pero tenemos que olvidar que con él todos los derechos del trabajador fueron abolidos, todo asomo de equidad fue perseguido, toda corrupción en el proceso de las privatizaciones fue posible.
Tenemos que decirle gracias por la paz con Ecuador –Tiwinza incluida, derechos de navegación ecuatorianos en ríos peruanos incluidos- pero no podemos recordarle su repugnante papel en la derrota peruana del Cenepa, cuando nuestros soldados carecían de logística, comunicaciones y, en muchos casos, de rancho y de zapatos.
Debemos ser gratos con su régimen porque “refundó el país” (Fujimori dixit), pero tenemos que olvidarnos de que quince de sus ministros o están presos o están con orden de captura por ladrones.
Debemos ser fujimoristas por las escuelas que sembró el Fonades, pero no debemos evocar la prensa inmunda que él creó para ensuciar a sus adversarios y, seguramente, “elevar el nivel cultural”.
Este demócrata que cerró el Congreso, este honrado que permitió la rapiña más grande de la que se tenga noticia, este ciudadano ejemplar que convirtió a un edecán en fiscal para entrar a robar maletas en la casa de Trinidad Becerra, este hombre decente que tuvo como socio a Montesinos, este estadista al que defienden sujetos como Saravá, este ángel que vivió entre alimañas, este hombre ejemplar que dio un golpe de Estado cuando su esposa, en un rapto de bendita locura, denunció los asaltos de la hermana Rosa y del cuñado Aritomi a la caja de Apenkai, este probo encubridor de Miyagusuku, esta vergüenza que grita lo que lee y juega con la voluntad de olvidar de los peruanos, este señor Fujimori, en suma, sigue siendo exactamente el mismo miserable que la miseria moral adora y hace suyo.
El secreto de Fujimori es que ha convertido en socialmente exitosos los peores vicios de la “peruanidad”: la crueldad en el tumulto, el cinismo como método y, sobre todo, la cobardía elevada a la categoría de función vital.
El triunfo de Keiko Fujimori, de darse, será el resumen vistoso de la tragicomedia nacional y una prueba de que hay países económicamente pujantes y moralmente inviables.
Fuente: Diario "La Primera"
Terminó el alegato de Alberto Fujimori para defenderse de las acusaciones por violaciones a los Derechos Humanos durante su gobierno. Se han cumplido todos los procedimientos para declarar que este juicio, ha sido llevado en la completa regularidad, dando todos los derechos correspondientes, tanto a la parte acusadora como a la parte de la defensa. No ha existido ningún vicio o anomalía que algún organismo observador, deba mencionar. Todo ha sido dentro del cauce normal, que nos lleva a decir, que Fujimori ha tenido un proceso con todos los derechos de ley.
Sólo queda esperar la sentencia, la cual según el juez San Martín, dijo será leída el martes 07 de abril.
Los seguidores de Fujimori, ya han comenzado una campaña para politizar este juicio,; empezó con Keiko Fujimori, quien hace unos días ya lanzó su candidatura presidencial y habló del tema en ese momento. El día de ayer, hemos visto como ha prácticamente hecho saber que no estará de acuerdo con una sentencia en contra de su padre y que los fujimoristas no permitirán que se le condene. Acusa de que la sentencia es muy rápida, cuando la ley establece que el Tribunal tiene 5 días para dar sentencia, cumpliéndose el miércoles. Es decir, un día menos para la señora Keiko, es actuar con injusticia. De esta manera es que pretende engañar a los ilusos seguidores de Fujimori y enervar los ánimos para un enfrentamiento entre peruanos.
Debemos recordarle a la señora Keiko, que su padre durante casi 9 años de los 11 que gobernó, tuvo el poder judicial en sus manos, completamente secuestrado; ojalá tuviéramos por lo menos un indicio de racionalidad, oyéndola decir y señalar el poder destructivo con que su padre actuó hacia la Corte del Estado Peruano. Simplemente la convirtió en su fabrica de sentencias y juicios contra todos aquellos que se opusieran a su gobierno.
¿Sabrá la señora Keiko la diferencia entre un juicio justo y un juicio de la época en que gobernó su padre?
Aquellos que amamos este país, no podemos permitir que la impunidad sea el premio a los corruptos, pedimos justicia y ésta se viene dando con Alberto Fujimori.
Va este artículo del periodista con mayor credibilidad del Perú, quien nos recuerda la calidad humana del señor Alberto Fujimori, quién durante todo su alegato quería enrostrarnos en la cara de todos los peruanos y de los mas pobres: "Soy el salvador del Perú".
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Por César Hildebrandt
Diario La Primera
Escucho a Alberto Fujimori describir su paraíso de opio y compruebo que gente como él sólo puede prosperar en un país que tiene a un 40 por ciento de ciudadanos a los que les da lo mismo –lo dicen reiteradas encuestas- si los rige una democracia o una dictadura.
O sea que en el Perú hay un 40 por ciento de ciudadanos que casi aspiran a no ser ciudadanos y que quieren ser, a veces con fervor, vasallos tristes y alegres siervos de la gleba.
Detrás del fujimorismo está la capacidad de sumisión y la arrolladora ignorancia que lastiman el alma del Perú.
Escucho a Fujimori y me digo que si hubiera géiseres de cinismo sonarían como su voz.
Habla de coraje el hombre al que le temblaba la voz cuando se dirigió a buscar refugio en la embajada del Japón la noche del fallido golpe del general Salinas Sedó.
Habla de honor el hombre que emputeció a la Fuerza Armada, hizo del Congreso un chiquero, suprimió el orden constitucional, desconoció su firma y hasta su huella digital con tal de no pagarle una deuda a la madre de sus hijos.
Habla de orgullo de sí mismo el sujeto que quiso ser senador japonés para obtener la inmunidad que lo librara del alcance de la ley.
Habla de responsabilidad el hombre que llenó 45 maletas de videos, dinero y botines diversos, tomó el avión presidencial y pasó de Brunei a Tokio, donde pidió asilo y desde donde renunció por fax a la presidencia de la República.
Habla de amor por la patria el jefe de una banda que saqueó las cuentas del tesoro público por un valor que los más conservadores estiman en dos mil millones de dólares.
Habla del veredicto de la historia el sujeto que estaba pescando en Iquitos cuando la policía de la Dincote, sin ninguna ayuda de Montesinos, capturó a Abimael Guzmán, el hombre que huyó del país tras descubrirse cómo es que Montesinos compraba esos congresistas que hoy deben estar frotándose las manos.
Qué patético pobre diablo es Fujimori. Se atribuye todos los poderes para las cosas que salieron bien y se pinta como un presidente disminuido, desinformado e irresponsable cuando le mencionan los asesinatos que cometían los criminales a los que él felicitaba, ascendía y amnistiaba.
“Yo era comandante de la Fuerza Armada en el sentido en que un entrenador de fútbol comanda al equipo”, dijo ayer destilando la esencia de su legendaria cobardía.
O sea que debemos alabarlo por haber “comandado” las fuerzas armadas que derrotaron al senderismo, pero debemos exonerarlo de toda responsabilidad cuando esas mismas fuerzas armadas mataban ancianos, niños y mujeres en las alturas de Ayacucho.
Debemos agradecerle el haber sacado al país de la crisis económica en la que nos hundió Alan García –quien hizo tanto para que Fujimori lo sucediera-, pero tenemos que olvidar que con él todos los derechos del trabajador fueron abolidos, todo asomo de equidad fue perseguido, toda corrupción en el proceso de las privatizaciones fue posible.
Tenemos que decirle gracias por la paz con Ecuador –Tiwinza incluida, derechos de navegación ecuatorianos en ríos peruanos incluidos- pero no podemos recordarle su repugnante papel en la derrota peruana del Cenepa, cuando nuestros soldados carecían de logística, comunicaciones y, en muchos casos, de rancho y de zapatos.
Debemos ser gratos con su régimen porque “refundó el país” (Fujimori dixit), pero tenemos que olvidarnos de que quince de sus ministros o están presos o están con orden de captura por ladrones.
Debemos ser fujimoristas por las escuelas que sembró el Fonades, pero no debemos evocar la prensa inmunda que él creó para ensuciar a sus adversarios y, seguramente, “elevar el nivel cultural”.
Este demócrata que cerró el Congreso, este honrado que permitió la rapiña más grande de la que se tenga noticia, este ciudadano ejemplar que convirtió a un edecán en fiscal para entrar a robar maletas en la casa de Trinidad Becerra, este hombre decente que tuvo como socio a Montesinos, este estadista al que defienden sujetos como Saravá, este ángel que vivió entre alimañas, este hombre ejemplar que dio un golpe de Estado cuando su esposa, en un rapto de bendita locura, denunció los asaltos de la hermana Rosa y del cuñado Aritomi a la caja de Apenkai, este probo encubridor de Miyagusuku, esta vergüenza que grita lo que lee y juega con la voluntad de olvidar de los peruanos, este señor Fujimori, en suma, sigue siendo exactamente el mismo miserable que la miseria moral adora y hace suyo.
El secreto de Fujimori es que ha convertido en socialmente exitosos los peores vicios de la “peruanidad”: la crueldad en el tumulto, el cinismo como método y, sobre todo, la cobardía elevada a la categoría de función vital.
El triunfo de Keiko Fujimori, de darse, será el resumen vistoso de la tragicomedia nacional y una prueba de que hay países económicamente pujantes y moralmente inviables.
Fuente: Diario "La Primera"
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