lunes, julio 7

¡DEJAD LIBRE A URRESTI Y MATEMOS OTRA VEZ A BUSTÍOS!

Todos son buenita gente. Dicen que los peruanos somos amables y abiertos. Pero nunca decimos que somos honrados y que estamos dispuestos a defender los valores éticos hasta el sacrificio.
Pues, resulta que el señor Urresti está embarrado con harta sangre inocente. La sangre de un padre y periodista. Un padre de 4 niños, esposo de una mujer noble y honrada. Cultivaba un hogar en el que se enseñaba a nunca renunciar a los valores, y a servir a sus hermanos, empezando por los más pobres.
El señor periodista Hugo Bustíos amaba su profesión, pero no la usaba para llenarse de dinero y halagos. Para salir en comerciales promocionando detergentes ni a una AFP. No, el señor Bustíos, usaba su profesión de periodista para denunciar los crímenes contra los peruanos a quien nadie oye. Se conmocionaba hasta el llanto cuando sabía que sus hermanos eran masacrados, por los terroristas y por los militares. En la carta que dejó a su hija, presagiando su muerte, cada palabra estaba escrita con el corazón latiendo de tristeza, con su mente esperanzada en que algún día toda esa pesadilla de hambre y muerte acabaría. Y sus motivos, la de ponerse al servicio de los que lloran, de los que claman por justicia, de los que murieron y que ahora sentía la misión de ser la voz de ellos.
El señor periodista Hugo Bustíos estudió para ser abogado, para defender al pobre, al hermano, al pisoteado. No estudió para defender al poderoso, no quería ser un mendigo de dignidad, su mansión estaba en su alma generosa y no en un palacio hecho de prostitución.
El señor periodista Hugo Bustíos, muchas veces oyó el ruego de su esposa para dejar el periodismo. Pues tenía una pequeña empresa de productos agrícolas que si le dedicaba mayor tiempo, podía vivir sin mayores problemas, como ya era así.
El señor periodista Hugo Bustíos, era un padre en todo el sentido de la palabra. Amaba los encuentros con sus niños, abrazarlos, besarlos, enseñarles el camnino de la verdad y amor. Su pequeña hija de 13 años, solía acompañarlo a la radioemisora local para ver a su padre defender como un Sócrates la lógica del bien. Como un Hildebrandt la pureza de la verdad. Y cómo un discípulo el sacrificio por los que sufren.
Así como no le perdonaron a Jesús que denunciara a los ladrones del Templo, así como no le perdonaron a Sócrates que enseñara a la gente a pensar, así no le perdonaron al periodista Hugo Bustíos que apretara donde saltaba la pus.
Cuando presentaron a Jesús ante el pueblo y le preguntaron al pueblo a quién debían soltar, el pueblo gritó: ¡A Barrabás, soltad a Barrabás y crucificad a Jesús! Entonces, crucificaron a Jesús.
Hugo Bustíos fue asesinado, aún vivo, lo trocearon en pedacitos con una granada, no quedó nada de él.
Y ahora, cuando se le pregunta al pueblo a quién se debe hacer justicia, el pueblo grita: ¡¡A Urresti, soltad a Urresti y matemos a Bustíos en la memoria!!
¡Qué país es éste!

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